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DRAGON

Dragón

Soy un dragón solitario y herido que volará muy alto contigo en un ala de blanco y descalza, sintiendo que mi alma suspira por ti cansada de tanta guerra y tanta sangre…

Y al sentir que mis ojos desnudan tu alma, no descansaré hasta vencer el miedo que invade tu ser.

Y desde aquí te veo, bella y soñada, sumisa y entregada… sintiéndote mía…

Y la fuerza del amor me levantará recordándome que…
Soy un dragón que volará muy alto contigo en un ala de blanco y descalza… anhelando que tus besos y caricias sanen mis heridas, y que tu amor de alegría a mi vida…
Y entonces así, mi alma, a tus pies quedará rendida…

EL VIEJO

El Viejo

Gustavo Aldrey S.-

 

 

Una noche sentado en el acantilado y cautivado por el desgarrar de las olas del mar, en la lejanía, hasta donde mis ojos alcanzaban ver, pude vislumbrar cientos de sombras vociferando cantares sombríos. Cabalgaban sobre los remolinos del agorero viento del invierno, que sinuosas y aterradoras se colocaron frente a mí. Una, la más desafiante, me comentó que había escuchado mis pensamientos juzgando que me había hecho viejo. Y entonces les pregunté qué deseaban de mí…

Manifestaron que anhelaban que las ayudase con sus amarguras, pues llevaban cientos de eones cargando con las pesadas secuelas de karmas no realizados de hombres vanidosos e irreflexivos, pidiéndome si podía ayudarlas a encontrar la paz que notaban en mi interior.

Y les dije, que por lo cultivado a través de las existencias vividas había aprendido de la causalidad de la vida, coexistiendo con el presente tal cual como me lo brindaba el universo. Y así de esa manera, olvidaba todas las penas, notando que las congojas fluían a través de mis ojos transmutadas en lágrimas de risa…

En un instante, miles de aullidos que resonaban en la distancia tronaron resintiendo mis oídos, apreciando que millares de perversas formas que se aproximaban amontonándose unas junto a otras, preguntaban lo mismo…

En un instante comenzaron en silencio a escrutarme con ojos afanosos y pérfidos, revoloteando sobre mí, rodeándome en un oscuro claustro, haciéndome sentir como si me encontrara en un profundo abismo tenebroso… Y en unos segundos, un terror inmenso se apoderó de todo mí ser ahogándome…

En ese momento comenzaron a resonar en mi mente a través de gemidos envidiosos y lascivos, las viejas y dolorosas remembranzas de mis vidas pasadas, haciéndome llorar amargamente en medio de un profundo dolor, sintiendo no haber podido hacer todo lo que hubiese deseado y amar todo lo que hubiese querido…

Y comprendí suspendido frente al precipicio de las tentaciones, observando mis lúgubres ignorancias pasadas, que las horripilantes sombras habían venido a herirme, recordándome “que vivir y ser feliz, está unido al sufrir”…

Y cuando estaba apunto de lanzarme en aquel ignoto piélago, seducido por las hermosas tentaciones que rasgan con facilidad la carne de cualquier mortal, escuché la risa de un niño y comencé a reír, a reír sin parar, haciéndome retroceder del risco…

…Y esa risa convertida en música con el tiempo se quedó grabada en mi alma para siempre…

 

Gustavo Aldrey S.

Copyright.-

EL JINETE CELESTIAL

Jinete Celestial

                                                     Gustavo Aldrey S.-

 

 

 

     Nada se agitaba en el ambiente. Una gélida parálisis se había apoderado de todo el término, al mismo tiempo un silencio insondable rodeaba el ambiente anunciando espantos. Las hojas de los árboles no se mecían dado que el viento no soplaba. Solo se percibía que algo aterrador ocurría en la cumbre de la montaña, mientras la gente del pueblo echaba un vistazo con un nudo en la garganta, concibiendo insólitas conjeturas de lo que sucedía. Hacía mucho frío, pues el día anterior había caído una inusitada nevada de copos muy grandes generando un caos en la ciudad, acompañada de una rara brisa helada y maloliente, que produjo nauseas y mareos entre muchos de los vecinos. Algo anormal se avecinaba sintiéndose por todo el lugar. Lo comentaban todos en la plaza mientras miraban atónitos hacia la montaña.

    De repente y sin aviso, unos extraños rayos violáceos comenzaron a centellear a través del firmamento surcándolo libremente. Los meteoros salían de la cima como disparados por algún cañón cósmico, envolviéndose en un círculo de nubes color naranja cada vez que se emitía un centellado. Todos buscaban una explicación coherente pero nadie sabía definir el raro fenómeno, que en algunas ocasiones y en noches muy claras, se podía ver la aurora boreal por aquellos parajes. Pero esto era diferente, era extraño y aterrador al mismo tiempo. La policía había montado un puesto de vigilancia en la entrada del camino que conducía hacia la cima, mientras llegaban los expertos que subirían a investigar lo que acontecía.

     El viejo Toe, un marino sabio y corrido, cuya experiencia se notaba en las líneas de expresión de su curtido rostro, predicaba el fin del mundo sentado en un banco de la plaza.  Comentaba que sabía por una fábula que le contó el jefe de una tribu de las islas del Pacífico llamado Khurt, sobre la leyenda de un extraño jinete apocalíptico que se les apareció a sus antepasados. Hablaba de misteriosos rayos que salían de la montaña que ocasionaron la destrucción de su pueblo. Contó que desde el mar aparecieron enormes olas que arrasaron con todo, dejando cuerpos mutilados por doquier entre los escombros. Solo se salvaron algunos para contar lo que el jinete les había dicho. La gente se burlaba de él llamándole borracho y loco, mientras los niños le arrojaban cosas riéndose. El pobre viejo se tomaba un trago y los azuzaba con su bastón vociferando que se avecinaba el fin del mundo.

      Al instante de llegar los expertos, iniciaron la escalada hacia la cumbre llevando con ellos una buena cantidad de aparatos de medición, cámaras fotográficas y de video para investigar el fenómeno. Se fue haciendo de noche y con ello aumentó el frío, y en medio de una húmeda luz crepuscular se inició la escalada, la que se hizo más pesada y larga que de costumbre. Poco a poco iban subiendo pisando con cuidado sobre las rocas heladas. A medida que escalaban se iba haciendo más escabroso e inclinado el camino, aferrándose con sus bordones y donde solo entraba un pie o una mano, haciendo muy peligrosa la ascensión.

      Notaron que los rayos provenían de algo cilíndrico que había en la cima, una especie de vara de metal refulgente era la culpable. Se adentraron por las laderas de la montaña bordeándola por entre salientes rocosos afianzándose a pequeños pinos, transitando por lugares peligrosos que contenían hielo en su superficie; algo que dificultaba el acceso a la cumbre. Entre los expertos estaba Marcos, un joven meteorólogo que vivía en el pueblo. Había nacido ahí, y desde pequeño se interesó por la lluvia y el viento. Su madre decía que se la “pasaba en las nubes”. Había estudiado en la universidad estatal para luego ser asignado por petición gubernamental al observatorio de astronomía y meteorología, el que se encontraba ubicado en una de las montañas cercanas al pueblo donde se había criado.

     Fue desde allí que se hicieron las primeras observaciones del raro fenómeno que se había presentado, encontrando excesos de fuerza magnética y pequeñas cantidades de energía telequinética. Entonces fue cuando tomaron la  decisión de ir hasta el lugar para averiguar la anomalía atmosférica.

      Estando en el refugio a escasos metros de la cima, les llegó una transmisión por radio indicándoles que, según una información del guarda parques de las montañas cercanas, las fieras del lugar estaban abandonando sus madrigueras y se dirigían hacia el norte, los animales, sobre todo los más peligrosos, andaban desorientados y espantados, algunos en actitud agresiva atracando a la gente, ocasionando pánico entre los lugareños. Ya habían causado algunas muertes ya que personas inescrupulosas tomaban medidas drásticas contra los pobres animales, los que no entendían lo que ocurría, pero su instinto natural les indicaba que algo espantoso estaba por presentarse. Corrían despavoridos a la deriva por culpa del extraño fenómeno buscando abrigo y protección. Pero lo que mantenía a los expertos muy inquietos, era que no se escuchaban sonidos. Un silencio desconocido arropaba el término. Muchos hablaban y se entendían pero no se escuchaba emisión sonora alguna. 

     Hicieron experimentos, lanzando copas de cristal contra una pared notando que se despedazaban, pero no se escuchaba en golpe con el consabido estrépito del cristal al caer los pedazos al suelo. Todo era muy raro. Se apreciaba una implosión sonora y no sabían que responder de aquella fantasía. Era insólito observar a un cuervo canturrear y no escucharse el sonido de su garganta. Un silencio sepulcral dominaba en el ambiente, haciendo que todo se sumergiera en una extraña insensibilidad, causando la sensación de que algo muy malo estaba por llegar.

      Pronto oscureció totalmente pues estaban en invierno y los días aportaban menos luz. Entonces Marcos y sus compañeros decidieron caminar una hora más hasta llegar a un segundo refugio que se encontraba un poco más arriba. Unos osos les salieron al paso. Las bestias caminaban estupefactas y soñolientas, pues esa era la época de su letargo invernal, pero algo había roto su equilibrio y solo deseaban huir del lugar.

      Llegaron al refugio y se instalaron con sus aparatos de medición y radios. Antenas parabólicas se asomaban por las ventanas apuntando al cosmos. Todos se instalaron dentro del albergue, excepto Marcos y su ayudante, que decidieron situarse en una carpa, con la entrada de la misma mirando hacía la cumbre de la montaña para divisar mejor el evento. Marcos apostó su telescopio frente al tendal, se bebió un licorcito para calentarse, y exclamando con asombro…

     -¡Vengan a ver esto, pronto!- 

      Llamó a sus compañeros para indicarles que en la cima de la montaña había un jinete con un cilindro apuntando al cielo. Todos pudieron observar a través del telescopio el suceso, quedando embelesados por lo que acababan de apreciar.

      Por la lejanía y la oscuridad del momento, no lograban distinguir el rostro y la figura del jinete y esto los mantuvo temerosos, pues se preguntaban la procedencia del centauro.

      Después de unos minutos de meditación, lograron hacer un gabinete de desastres y se organizaron. Marcos se ofreció voluntario para ir a la cima de la montaña en compañía de su ayudante, pero el director de la operación no lo aconsejaba, pues era el más joven de la expedición, por ende el más inexperto en esos asuntos según comentaron. Pero Marcos mantuvo su punto de vista y defendió a capa y espada su moción. Y al final le dejaron ir con la condición de que no hiciera ninguna insensatez, él sería solo una avanzadilla hasta que llegaran los demás.

 

 

     Descansaron un par de horas para retomar fuerzas, y luego, él y su ayudante, se fueron en busca de la cima de la montaña para observar más de cerca el fenómeno y sobre todo averiguar quién o qué era aquel jinete y que hacia ahí?

      Se hallaban descansando en él refugió, hasta que fueron avisados que un avión trató de sobre volar la zona, pero comenzaron a fallarle sus instrumentos de vuelo y tuvo que retirarse sin poder observar la rareza. Otro informe decía que en algunos lugares de la costa, estaban apareciendo miles de peces muertos en la orilla. La gente estaba impresionada. Otros afirmaban que el mar se estaba comportando de una manera extraña, pues había lugares en donde se había retirado unos kilómetros de la costa, dejando al descubierto y encallados en la arena a muchos navíos de gran calado.

      Había llegado la hora, y Marcos con su ayudante se prepararon para subir a la cumbre y de una vez por todas descifrar lo que ahí ocurría. Cuando nuevamente una brisa helada y putrefacta hizo su aparición. Algunos vomitaron, mientras otros se cubrían su rostro con pañuelos mojados en vinagre para soportar el hedor. Aquello era espantoso. La racha traía el olor de la muerte, sospechándose que en algún lugar lejano estaban ocurriendo cosas espantosas.

      Entonces un ruido ensordecedor los acogió repentinamente, tanto, que algunos rodaron por el suelo por culpa de la vibración que causó el estruendo. No era un terremoto, pues la tierra no se agitaba. Estaba muy oscuro, y solo lograron divisar un bamboleo en las laderas de la montaña.

     Se escuchaban algunos gritos de pánico pero no podían distinguir de donde provenían. Y de nuevo por segunda vez se presentó el pavoroso estruendo. Alguien señaló que sentía el rugir del agua rebotando contra las cosas. Pero era imposible saberlo pues era de noche, estando todo oscuro pues no había salido la Luna; así que era muy difícil averiguarlo. Una manada de lobos salvajes pasó corriendo delante de ellos y uno de los científicos se asustó disparando su arma por error, ocasionando que se le echaran encima en actitud defensiva. En un instante se lo llevaron arrastrándolo hacía el interior del bosque en medio de pavorosos gritos de angustia. No pudieron hacer nada, pues mientras buscaban sus armas, ya los lobos habían maltratado el cuerpo del pobre hombre. Alcanzaron a dispersarlos a tiros encontrando solo despojos de carne y ropas ensangrentadas.

      Al ver aquella escena en sus rostros apareció el miedo. Corrieron hacia el interior de la cabaña despavoridos como si algo los estuviera acosando, un depredador quizás para devorarlos. Era imposible saberlo. Divisaron a los lobos corriendo aterrados por la ladera del bosque hacia alguna parte perdiéndose entre las sombras de la noche. Estaban llegando informes continuamente, de que en otros lugares del planeta estaban ocurriendo desastres y extraños eventos de todo tipo. En donde antes no había ningún tipo de selva, inexplicablemente aparecían árboles y las laderas se poblaban de arbustos y matojos. Cañadas de ríos secos se inundaban de aguas cristalinas y chispeantes, arrasando a su paso con todas las arquitecturas que habían invadido su cauce. El mar invadía territorios que le habían arrancado de sus dominios. Había un caos total por todas partes. La muerte y la desolación acompañada de una extraña regeneración apocalíptica se estaba presentando sin aviso ni protesto. 

      Los eruditos hicieron “un gabinete de emergencia” entre aquella vorágine de acontecimientos y decidieron que Marcos no fuese a la cumbre. El joven científico se negó a ello y partió diciendo que él descubriría lo que estaba ocurriendo y vendría con la novedad. Trataron de detenerle, pero fue imposible, el joven impetuoso cargó con su mochila, encendió una linterna, colgándose su rifle en el hombro y partió con su ayudante, perdiéndose entre los arbustos del bosque.

 

     -! Ya les llamaré¡ -exclamó esbozando una sonrisa- Marcos y su ayudante se adentraron en la oscuridad sin saber lo que les depararía la noche. Su asistente le comentó que sentía miedo, porque había muchos depredadores merodeando asustados y que debían tener cuidado. Marcos comprendió pues él también se encontraba aterrado, decidiendo tomar sus armas, teniéndolas dispuestas para cualquier eventualidad.

      El camino se hacía dificultoso, pues entre él frió y la gruesa capa de nieve, se les hacía difícil caminar a un ritmo normal. El olor inmundo se hacía cada vez más presente mostrándose insoportable. Una confusión total los arropó pareciendo estar en un foso oscuro y pútrido bajo árboles tétricos y rígidos. Caminaron un poco más tapando sus narices con pañuelos avinagrados, hasta que avistaron un pequeño recodo rocoso que estaba unos metros más abajo antes de llegar a la cima. Los rayos principiaron de nuevo surcando en el cielo con violencia e ímpetu tronando con rabia. Marcos notó que ahí si se escuchaba el chasquido de las centellas craqueando el espacio, y el aire aunque viciado, resonaba en su oído acompañado de un raro chillido animal. Marcos y su ayudante se detuvieron un instante para reconocer el lugar y saber con exactitud de donde provenían los destellos, pues habían visto por el telescopio que procedían de una elevación rocosa.

      Divisaron que la figura se encontraba sobre una gran roca blandiendo una espada cilíndrica de donde salían las radiaciones.  Se acercaron serpenteando lentamente y se dieron cuenta que efectivamente, era un jinete montado sobre una enorme y briosa arpía negra que emitía unos espantosos graznidos con regularidad. El ser estaba cubierto por un capuchón que no le dejaba ver el rostro. El centauro mientras empuñaba el cilindro, vociferaba un conjuro en un idioma muy extraño. Marcos y su ayudante se escondieron detrás de una roca para no ser vistos, para así poder divisar mejor desde otro ángulo. El jinete seguía con su discurso y meteoros salían de su espetón dirigiéndola hacia el firmamento. Marcos tomó la radio y llamó a sus compañeros que se encontraban unos metros más abajo, para informarles de lo que estaban presenciando. Los expertos a su vez llamaban por otra radio e informaron a las autoridades del asunto para que tomaran medidas.

     En unos minutos, dos aviones de guerra despegaron de la base militar más cercana y se dirigieron raudos hacia el lugar con sus órdenes. En un abrir y cerrar de ojos estaban sobrevolando la montaña. Y se les dio la orden a atacar. Pero cuando se disponían a soltar sus mísiles, dos fucilazos azulados partieron de la espada del jinete, y los aviones estallaron en el aire bajo la mirada atónita de todos los presentes. El jinete giró su cabeza hacía la roca donde se encontraban Marcos y su ayudante apuntando su espada. Y de un trallazo los despachó haciéndoles rodar por el suelo. El ayudante de Marcos quedó completamente calcinado. Su cuerpo ardía convulsionado como si fuese una tea cubierto de unas llamas azulinas, haciéndolo hervir de una manera espumante, esparciendo un ácido olor. Marcos tuvo más suerte y solo recibió un chispazo en su brazo, el que le causó una quemadura muy dolorosa haciéndole ver su carne. Marcos se puso de pie, y cuando se disponía a huir, apreció que el jinete estaba frente a él a unos pasos.

      Una aterradora parálisis se produjo en su cuerpo notando que la arpía curiosa resoplaba sobre su rostro un babeante olor inmundo. El centauro le miró con fijeza y frialdad retirándose a sus quehaceres. Pávido lo miró esperando otro chasquido, pero no fue así. Marcos trató por todos los medios de verle el rostro pero no lo encontró. Solo percibió un abismo negro e infinito como rostro atajado por el capuchón de la toga. Y una voz profunda y gutural, bramó…

     -¿Qué deseas?- ¿Qué buscas?

 

     Marcos – Vine a averiguar lo que está ocurriendo aquí en la montaña, pues con tus rayos has estado causando muchos problemas, ¿no te has dado cuenta de ello?

     Jinete – ¿Daño?, ¿Qué es eso? yo no conozco lo que es el daño, solo hago lo que me indican, lo que debo hacer y nada más -rebatió el jinete-

     Marcos- ¿Quién eres, cómo te llamas, de donde has venido?

     – Mi nombre es Equal soy un jinete celestial que ajusta el orden y él equilibro del universo, la Energía me ha dictaminado que ordene todo nuevamente como estaba. Y es lo que hago -reveló-

     Marcos – ¿Y eso incluye matar gente inocente?

     Equal- ¿Gente inocente? ¿Qué es eso? no conozco el término “gente inocente”, ¿Tú eres gente inocente?-inquirió-

     Marcos -En cierta forma si -contestó-

     Equal   – Para mí todo tiene un orden y una sola ley, todas las criaturas se deben a ese orden, el que infrinja el orden y no respete las normas perecerá -afirmó-

     Marcos – Pero has estado matando humanos inocentes, que no han tenido la culpa del desorden que tú has venido a corregir -expresó-

     Equal -Pues no entiendo que me hablas. Y ahora por favor déjame continuar con mi trabajo, debe estar listo para mañana.

      Equal se colocó de nuevo en posición y comenzó a soltar nuevamente sus rayos cósmicos en silencio, sin inmutarse, concentrado en lo que hacía. Transcurrió un tiempo y comenzó a amanecer. El sol salía por el este y con los primeros rayos se divisó la causa del estruendo de la noche anterior.

      Espantosas olas habían arrasado la ciudad en su totalidad. Los que tenían familia en ella ya no la encontrarían, la ciudad no existía, no había nada, solo quedaba en su lugar, el mar entrando y saliendo como siempre.

     Marcos – ¡Mira lo que has hecho con tus rayos!, has acabado con mi ciudad y has matado a todo el mundo que vivía allí.

     Equal – Antes de que tu ciudad estuviera en ese sitio estaba primero el mar y tú lo invadiste. Eso no es correcto, el mar es libre y se debe a un ritmo natural. Es obligatorio que esté ahí, esa es la ley del universo. El río por donde sube el salmón a desovar tú lo secaste para construir casas y edificios. Yo debo poner el río nuevamente en su sitio, para que el ritmo natural de la vida y la muerte sigan su curso como debe ser.

     Marcos  – ¿Y qué es lo que haces al lanzar esos rayos Equal?

     Equal- Arreglar el caos, ponerlo todo en su sitio como estaba, buscando su equilibrio original -contestó-

     Marcos- Pero eso que haces matará a muchas personas -expresó-

     Equal- ¿Gente es lo mismo que persona? -preguntó-

     Marcos- si es lo mismo.

     Equal- Entonces morirán muchas personas como tú dices. Pero ese no es mi problema, no he venido a matar a las personas, yo solo hago que el equilibrio vuelva a su lugar original -explicó-

      Mientras todo eso ocurría, los especialistas llegaban a la cumbre y se encontraban con el cadáver chamuscado del ayudante de Marcos, todavía humeante y hediondo, y a Marcos herido y sangrando charlando con Equal.

     Director -¿Qué ocurre Marcos? -indago-

     Marcos- Que estoy tratando de hacerle entender al Jinete, que por culpa de lo que hace esta muriendo mucha gente -explicó-

     Director- Bueno pero le has indicado que eso es un delito y lo vendrán a buscar y lo meterán preso de por vida, si no lo mandan a la silla eléctrica -indicó-

 

     Marcos – Se lo he dicho señor director pero creo que a él no le importan esas cosas, pues viene de algún lugar del Cosmos, no lo sé, y esas cosas para él no tienen importancia –

     Director- Déjeme explicárselas que seguramente no ha entendido como funcionan las cosas aquí -indicó el director-

     – ¿Señor? Disculpe, ¿pudiéramos hablar un momento? -indagó el director-

     Equal- No me interrumpa, debo terminar mi trabajo -contestó-

     Director- Mire es que eso que usted está haciendo está matando a mucha gente -dijo-

     Equal- Ya le dije a su gente que no sé lo que es matar- respondió-

     Director- Alfredo, dispárale a ver si entiende -ordenó- y antes de que volara una mosca, Equal dirigió su espada hacía Alfredo y lo desintegró en un santiamén, quedando solo un polvo grisáceo en medio de la nieve. El director se quedó paralizado a presenciar la escena, al igual que los demás integrantes de la expedición.

     Director- Has matado a uno de mis hombres degenerado -exclamó-

     Equal- Yo no he matado a nadie… yo no sé lo que es matar… matar es lo que ustedes hacen a cada rato… y por eso es que yo estoy haciendo esto, para provocar un nuevo equilibrio, pero ustedes siguen matando… y lo destruyen todo, animales, plantas, todo… yo no mato gente… ustedes matan gente, y a personas, y animales, hacen guerras y matan por matar… y no se escuchó nada más, se quedó callado inmóvil, solo el sonido que hace una espada cuando surca el viento se escuchaba… Equal siguió lanzando rayos y equilibrando…

     Marcos- ¿Qué podemos hacer para parar esta matanza? – preguntó-

    Equal – Nada, no puedes hacer nada, es la ley, si no lo hago yo, dentro de un tiempo no quedará nada. En cambio si lo hago, quedarán muchos y tu raza podrá sobrevivir un tiempo más pues se debe cumplir con la ley natural de las cosas. La vida es muy simple y natural, pero ustedes son los complicados y lo enredan todo simplemente acorde a sus intereses individualistas. Para que haya orden y evolución se debe cumplir la ley natural del universo, si no hay orden no hay equilibrio, y si se rompe el equilibrio vendré nuevamente a equilibrar las cosas… -dijo serenamente-

     Marcos- ¿Y cómo hacemos eso Equal? -preguntó-

     Equal- Es muy simple, sigue las leyes de la naturaleza, escucha sus señales, están en todas partes y conservarás el equilibrio natural de las cosas como debe ser. Y el Jinete que había venido a equilibrar las cosas, siguió con su faena y luego como dijo se fue, desapareciendo a través de un pórtico que se abrió en la nada…

     Y durante mucho tiempo estuvo el hedor y la pestilencia recordándonos que teníamos otra oportunidad…

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